sábado, 28 de abril de 2012

EL PRECIO DEL PODER




"Filme sumamente violento con un guión demasiado complicado (...) maravillosa banda sonora de Moroder. Lo mejor, sus cuidadísimas interpretaciones" (Fernando Morales: Diario El País).

Ya está, otra vez la historia del ascenso y caída de un magnate del narcotráfico... y, sobra decirlo, otra vez vuelve a molar (véase el Teorema de la Mafia). Pero ojo, a diferencia de los gangsters que ascienden y caen en las películas de Coppola o Scorsese, que tienen su glamour y su elegancia y saben estarse serios y poner esa cara de "estoy predestinado para ser alguien importante", los rufianes que ascienden y caen en Scarface son cutres y no dejarán de serlo aunque lleguen a estar forrados. Incluso nos recuerdan un poco a los Small time croocks del Woody Allen. Pero ahí reside gran parte del encanto de la peli, en esas imágenes de nuevos ricos viendo la tele en un jacuzzi inmenso, aspirando coca y discutiendo por tonterías. Que esto no es New York, señores, ni siquiera es Chicago, ni siquiera es New Jersey, esto lo que es es Miami y en Miami lo más parecido al glamour que conocen es el Julio Iglesias cantando "soy un truhán soy un señor".El guión es mismamente del Oliver Stone, quien siempre se encuentra cómodo en estas historias de sexo, drogas, corrupción, etc. Hará que pasen a la posteridad esas imágenes del Al Pacino con la napia empolvada como si acabase de coger un sugus en una palangana llena de harina y con una desmedida metralleta en la mano, fuera de sí.



No puedo ser objetivo con esta película, por que me gusta demasiado. Media película es la interpretación de Al Pacino. Por eso recomiendo encarecidamente su visionado en versión original. Está sensacional, perfecto. Muchos le acusan de sobreactuado, de histriónico, pero realmente esa es la interpretación que requiere el personaje. Su acento cubano es increíble. Si alguien ve la película doblada, no tiene perdón. El doblaje no le hace justicia a la interpretación del Pacino. Es una gozada verle hablando ingles españolizado, usando continuamente términos de la jerga de los latinos afincados en Miami. En realidad, la pura verdad es que Tony Montana es un vendedor de humo, un telepredicador, que se pasa toda la vida embaucando a la gente, para que piensen que en realidad es más de lo que es, y al final, se retrata así mismo. Una persona prepotente que tinene que ser el protagonista de todas las fiesta, tiene que ser la salsa de todos los platos. Controlador, excéntrico, vengativo. En realidad tiene todas las cualidades para llegar a la cima, pero no sabe mantenerse, no sabe ser otro, no sabe no dar el cante. Teniendo en cuenta todos estos detalles, es plausible pensar que por fuerza debe ser una actuación exagerada. A mí, no es que me guste a Al Pacino en plan desbocado, porque también es verdad que se explotó mucho esa faceta de él, pero da un cierto punto de encasillamiento o aburrimiento en otras cintas.



Michelle Pfeiffer es algo más que la clásica chica florero de las pelis de gangsters. Esta estupenda en su primer gran papel, aparte de lucir radiante. Steven Bauer está estupendo, a pesar de no ser un actor muy reconocido. F. Murray Abraham protagoniza una de las escenas más célebres de la película, y en el poco tiempo que aparece en pantalla lo borda, al igual que Robert Loggia. Y también hay que destacar a la guapísima Mary Elizabeth Mastrantonio, que interpreta a la hermana de Tony, quien tiene sobre ella un deseo casi incestuoso. La película es sobre todo una gran historia sobre la ambición. Tony va superando todas las barreras para conseguir lo que quiere, y no le importa el método que deba usar para ello. El asesinato, la amenaza o el chantaje serán algunas de sus armas. Al fin y al cabo, conseguir todo lo que quiere le acabará trastornando. Su posición de poder le hará volverse loco. Terminará convertido en un grandísimo paranoico consumido por la cocaína. El guión está muy bien estructurado. Vamos viendo la progresión de Tony desde lo más bajo hasta lo más alto, donde se le van las cosas de las manos y no es capaz de controlarlo, y en cierto modo parece que toda la película está hecha para conducirnos hacia el inevitable final. La dirección de De Palma peca bastante de efectista en numerosas ocasiones. Se recrea en la violencia como si disfrutara viendo sangre por todos lados. Mueve en exceso la cámara, quizás en herencia de su conocido gusto por Hitch. Pero la verdad, para no ser Howard Hawks, raya a una gran altura. La estética ochentera es rompedora, y nos permite zambullirnos en la época con total facilidad. A ello contribuye una grandísima banda sonora de Moroder, que nos mete en las salas de baile de lleno. La única pena, es que este formato nuevo que traía esta película a Hollywood, se ha copiado hasta la saciedad y más. Por aquel entonces, lo normal era ver mafia irlandesa o mafia italiana, pero lo latino aún era desconocido. La película es de 1983, en los años posteriores proliferaron muchísimas películas con el final apoteósico en el que se llega a la guarida del malo y hay una gran lucha, me refiero a todas esas de Delta Force, artes marciales, misiones especiales y polis duros, que han acabado por hacer también de “El precio del poder” Otro cliché. Además nació la serie de televisión “Corrupción en Miami”, atendiendo y suscitando demanda de este tipo de material. Como se ha consumido hasta la saciedad, ahora parece hasta vulgar.




El final, aunque rebosa violencia, nada más lejos de la realidad, porque funde sus raíces en la literatura Sheakespeariana. No sé si conocéis la historia de Macbeth, al que tres brujas le vaticinaron que sería grande, pero al final no debía tener miedo si el bosque de Birman no se levanta y avanza a Dunsinone. Pues bien la historia avanza, y el protagonista va trepando y haciendo jugarretas ayudado por Lady Macbeth, hasta que al final, lo pierde todo, si os pongo un trozo del texto se hará más entendible la analogía que quiero mostrar entre “Macbeth” y “El precio del poder”.



TEXTO:

MACBETH

Comienzo a perder el juicio...

Descubro ahora las ideas ocultas de ese diablo

Y la verdad del doble sentido de sus palabras:

"Mientras no se levante el bosque de Birman

Hacia Dunsinone - Nada temas".

Pero ahora el bosque avanza a Dunsinone.

A las armas, quien pueda, al combate.

Si todo aquello no es un cuento vacío,

Mi fin es el mismo - igual correr o esperar aquí.

Ya no me alegro con el cielo soleado,

Solo deséo que el mundo se desmorone.

Sopla viento. Enfurécete. Toquen campanas.

Quiero encontrar la muerte con mis armaduras.


Ya sabéis, en version original, y a disfrutar de Al Pacino
en su salsa.