viernes, 18 de febrero de 2011

KING KONG 1933



King  Kong es un mito del celuloide, igual hoy no con la misma fuerza que ayer, pero para los cinéfilos de toda la vida, es sin duda una obra especial. Especial por varias razones, entre ellas la nostalgia, ya que hay instantes que se pierden en la memoria. No se pudo hacer nada por recuperar decorados de esta película.
La voz del incombustible rey Kong se acalló bajo las llamas de este gran incendio, que de paso arrasó con los decorados de “Regreso al futuro”, la torre del reloj, ya no podremos volver a verla, “Spiderman” y “Transformers”, entre otros títulos. El incendio se produjo en 2006.
Esta película tiene una magia especial, no en vano fue capaz de resistir el tipo durante mucho tiempo. En los años 70 se hicieron unas películas que pretendían actualizar el mito, modernizarlo, hacerlo en color y mejorar su espectacularidad. Su reparto sería excepcional, Jeff Bridges, Jessica Lange, Charles Grodin, John Randolph, Rene Auberjonois, Julius Harris, Jack O'Halloran, Denis Fimple. Todo parecía reunir las condiciones adecuadas. Pero en el cine solo se vió una burda y vastarda sombra del mito del 33, más que nada, porque no fueron files al espíritu aventurero, pasional y tierno que ya nos había encandilado a todos.
Cierto es que aunque los efectos hoy de esta versión de los años 30 no son para tirar cohetes, casi es para que se nos sonrojen las mejillas de pábulo, pero adelantó las enormes posibilidades que traería la ciencia ficción frente a otro tipo de géneros que abundaban en ese periodo.


La forma más coherente que se halló para recrear al simio gigante, fue la retroproyección o stop – motion, tan famosa ahora, pero que era pionera por aquel entonces. El stop – motion trata de captar fotograma a fotograma el movimiento de un cuerpo inanimado, véase, barro, plastilina o muñeco. La sucesión de fotos, cada foto un fotograma, 24 frames por segundo es la que produce la sensación de movimiento. Debió de ser un trabajo laborioso y de chinos, (maquetas, pelucas, obreros, orfebres, diseñadores, iluminadores, peluqueros) toda una soculenta lista de gente preparada cada 100 0 150 fotos, por si había que tocar o retocar algún detalle que no había quedado fijado o que era susceptible de dar mal en cámara, etcétera. Esto también nos da el calado real que esta cinta tendría que tener dentro de la compañía y el dinero que se gastaron para llevar este proyecto a buen puerto.
Para llevar una empresa de estas ¿Qué mejor persona para llevarla que David O. Sesznick?. Por aquel entonces Selznick era el director de la R.K.O que ganó un pulo impresionante durante esos años. Casi, casi, las mejores películas eran de la RKO. Aunque Selznick solamente pasó unos pocos años allí, al cúpula directiva de la empresa era un horno constante donde el permancer mucho tiempo era sinónimo de quemarse.
El estudio produjo los musicales de Fred Astaire y Ginger Rogers, pero sobre todo se la recordará por el Ciudadano Kane de Orson Wells. Es la propietaria del Radio City Music Hall, en propiedad de  Rockefeller, dotó de glamur a los estrenos.


Los años dorados de la RKO transcurrieron entre 1943 y 1947, pero en 1950 aparecería el millonario Howard Hughes, quien se hizo cargo de la presidencia a través de un colaborador suyo y acabó por desmantelar la compañía a mediados de la década de los 50.
Pese a lo que se está contando y parezca una superproducción en la que estaba embarcado Selznick, era un proyecto modesto con grandes aspiraciones. Selznick estaba empezando, aunque ya tenía buen ojo para ver lo que valía la pena. Los directores no son ninguno de los famosos de la época, vamos, en comparación con lo que luego significó la película. Los directores eran Merian C. Cooper y Ernest  Schoedsack. El presupuesto fue alrededor de unos 600.000 dólares. ¿Porqué fue tan reducido?, pues fácil. Para empezar no hay ninguna estrella, si acaso el muñeco y… por supuesto no cobra, actores secundarios, decorados reutilizados de otras superproducciones, maquetas usadas para otras películas, acababan de rodar una escena casi por día, con lo cual todo llevaba buen ritmo y los inversores no se quejaban. La verdad es que resultó ser un producto bastante completo.
Aunque pasara por la consabida censura del código Hayes, en la que se eliminaban algunas escenas, sobre todo la referida a una caida en un acantilado donde hombres eran devorados por arañas. También se censura un inocente streptease al quitarle la ropa a La protagonista. Nadie se da cuenta de que King Kong va en bolas.



La película muestra alguna pequeña chapucilla en el apartado técnico porque los efectos aún no eran tan sofisticados. Por poner un ejemplo, cuando se disponen a articular el muñeco de King Kong, tienen que moverlo ligeramente en cada toma, pero al presionar en el cuerpo para moverlo aplastaban o levantaban el bello del muñeco, con lo que en la película, de vez en cuando se aprecia un movimiento de pelo oscilante.
Luego también existe un grave error de racord, que en último caso, fue un imperativo de las circunstancias, se vieron obligados a cambiar cosas por falta de planificación. Cuando el gran simio se encontraba en la isla de la calabera, delante de la empalizada, el muñeco medía 5 metros, cuando es paresado y llevado a America para exponerlo como la octava marabilla del mundo, medía 7 metros, y en el Empire States, medía 15 metros. Por problemas de visualización y planificación, además aprovechando cosas de otras producciones, han tenido que modificar las medidas del muñeco.
No en vano, han pasado casi 90 años de su estreno y si entendemos el espítitu y la aventura, rodeando los pequeños fallos que pueda tener, seguramente disfrutaremos un montón de este clásico, de este titán del séptimo arte.



1 comentario:

Raúl Cifuentes dijo...

Jajaja, Godzilla (el engendro americano que "remakeó" Roland Emmerich) es moderna... ¡¡¡y tiene aún más fallos de tamaño de King Kong!!!

Tu te lo has buscado, amigo... ¡¡¡Te agrego a mi blog!!! Un saludo!!!